Toda acción comienza con un diminuto proceso dentro de nosotros. Un proceso que lleva consigo un potencial de vida y que su desarrollo es nuestra responsabilidad. Al igual que un agricultor siembra la más pequeña semilla y al crecer es un árbol frondoso disponible para refugio. Así mismo trabajar con nuestro interior es el proceso que encierra la oportunidad divina de conexión y amor entre nosotros. El verdadero trabajo es desarrollar correctamente ese potencial y dirigirlo hacia un compromiso mutuo. El movilizar montes depende en gran manera de nosotros y la relación directa con la fuente. Son nuestras diminutas semillas las que plantaremos que al igual como semillas de mostaza se convertirán en frondosos montes llenos de vida.