Lo que podemos percibir en el mundo es un reflejo de lo que somos. Solo podremos cambiar de rumbo teniendo un giro en nuestra respuesta interna. El crecimiento de la humanidad depende de lo conscientes que estemos de la interacción con la naturaleza. Nuestra comprensión se desarrolla generación tras generación con un nuevo alcance. Las generaciones retoman su desarrollo desde el alcance previo hasta revelar el altruismo. El ser humano necesita un cambio radical de entendimiento de la ley de entrega y amor que gobierna la naturaleza. Es nuestra respuesta a ella lo que determina el mundo en que vivimos. La gran revolución en la humanidad ciertamente dependerá de la preocupación y atención desinteresada del hombre, garantizando en el mundo el bien común entre todos.