Todo proceso físico tiene su raíz espiritual. Un niño no puede conocer a su padre si no nace del vientre de su madre. De igual forma para comprender un proceso y ejecutarlo correctamente tenemos que pasar por un nacimiento que nos permita conocerlo. Cuando velamos sólo por nosotros mismos nos preocupamos por el beneficio y bienestar de únicamente nuestra existencia. Durante cada etapa de nuestras vidas nos desarrollamos solo reconociendo nuestro estado y mejorándolo. Sólo así podemos darnos cuenta de nuestro rumbo y la calidad de nuestro amor. El amor egoísta es el que tenemos que transformar y desarrollar de un amor individual fragmentado a un amor completo verdadero. Cada pieza en el rompecabezas tiene que reconocer su estado internamente para poder dar paso al desarrollo que buscamos como humanidad. Tal como nuestro Di-s nos ama así mismo debemos aprender a amar a los demás, no por obligación sino por libre aceptación y visto bueno.