No somos bendecidos por lo que obtenemos, logramos o alcanzamos en este mundo físico. Somos bendecidos cuando nos damos cuenta del mal dentro de nosotros mismos porque se nos permite la revelación de nuestra maldad para corregirla. Las bendiciones son individuales y al mismo tiempo colectivas de acuerdo al trabajo interno en cada uno de nosotros. Las diferentes etapas en la vida aparecen para permitir una nueva bendición la cual es revelada y permitida como consecuencia de nuestra corrección. La meta es la bendición de la humanidad pero para que se revele es necesario un cambio en el corazón del hombre. El reconocimiento del mal en la humanidad será evidente y entonces conscientemente podremos preguntarnos si realmente somos bendecidos.