La superficialidad con que trabajamos con nosotros mismos no llega a rozar ni un poco lo que en realidad tenemos que atender. Nos enfocamos en los eventos externos no en los internos los cuales definen nuestro futuro. Entendemos que trabajando con lo que ya es físicamente estamos realizando un movimiento de avance espiritual. ¿A quién realmente complacemos durante el proceso? Nuestro deseo de recibir a toda costa en cualquier circunstancia (inclusive aquello que identificamos como de agrado espiritual) nos engaña gratificándonos a nosotros mismos y no en realidad a quien pensamos estamos agradando estancando nuestro estado. El estado espiritual es lo que será y nuestro avance depende del propósito de llevarlo a lo físico. Lo que fue ya es, nuestra responsabilidad está en lo que será transformándonos a nosotros mismos lo cual nos llevará a un cambio creando un ambiente propicio para el desarrollo individual y colectivo de la humanidad.