Somos esclavos cuando pensamos solamente en nosotros mismos, nos convertimos en faraones de nuestro propio imperio esclavizándonos como también a los que nos rodean. Construimos un mundo de imágenes que adoramos pensando que de ahí obtenemos nuestro bienestar. Durante ese tiempo dentro de nosotros se desarrolla un niño sacado de las aguas internas que va observando nuestro proceder. El niño ya en su madurez entiende realmente quien es y lo realmente esclavizado que se encuentra su mundo. Una lucha de poderes dentro de nosotros comienza, de un lado nuestra inclinación egoísta y por el otro nuestra naturaleza altruista las cuales chocan amenazando el imperio del Faraón. El que fue sacado de las aguas logra entender su propósito de libertador. La inclinación egoísta se niega a dejar su imperio que con esclavitud a formado. Luego de plagas y penurias la libertad comienza, pero es sólo entendiendo que el trayecto que nos liberará completamente será el camino entre las aguas. Libres al fín podremos disfrutar de la verdadera bendición y llegar a la tan anhelada tierra prometida.